Lydia Delgado
Piruetas.
Trapecistas y arlequines, miembros de una idílica 'troupe' ambulante, narran el viaje a Rusia de la disenadora catalana, que se detiene en el Suprematismo -movimiento de vanguardia cuyo máximo representante, el pintor Kazimir Malévich, preconizaba el nacimiento de un nuevo orden mundial- para adoptar la cruz, uno de los elementos más simbólicos de esta corriente reduccionista. Cruces doradas bordan mallas de tul, capas de color negro con hombros estructurados y el vestido de raso blanco que ha cerrado el desfile y que ha mimetizado a la 'top' Marina Pérez con Sadie frost en 'Drácula' , de Francis Ford Coppola. Incomprensible el momento de travestismo y extraordinarios los quimonos con gola. Para enriquecer la colección, que exuda el carismático halo 'vintage' y extravagante de la creadora, botones joya en los abrigos o las chaquetas y velos con abejas, muy Iris Apfel. En los pies, zapatos de charol con tacón altísimo tipo institutriz.
Piruetas.
Trapecistas y arlequines, miembros de una idílica 'troupe' ambulante, narran el viaje a Rusia de la disenadora catalana, que se detiene en el Suprematismo -movimiento de vanguardia cuyo máximo representante, el pintor Kazimir Malévich, preconizaba el nacimiento de un nuevo orden mundial- para adoptar la cruz, uno de los elementos más simbólicos de esta corriente reduccionista. Cruces doradas bordan mallas de tul, capas de color negro con hombros estructurados y el vestido de raso blanco que ha cerrado el desfile y que ha mimetizado a la 'top' Marina Pérez con Sadie frost en 'Drácula' , de Francis Ford Coppola. Incomprensible el momento de travestismo y extraordinarios los quimonos con gola. Para enriquecer la colección, que exuda el carismático halo 'vintage' y extravagante de la creadora, botones joya en los abrigos o las chaquetas y velos con abejas, muy Iris Apfel. En los pies, zapatos de charol con tacón altísimo tipo institutriz.
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