El relato hace referencia a hechos muy conocidos, muy mediáticos, incluso espectaculares, que forman parte de la cultura popular.
El relato es una historia hollywoodiense de buenos muy buenos e inocentes y malos muy malos capaces de cualquier cosa y provistos de una osadía extrema.
Mucho antes de que la conspiranoia esté totalmente elaborada, los buenos y los malos ya han sido determinados y todo el resto de sus análisis está encaminado a demostrarlo. Siempre empieza con el quién y por qué, y luego elabora el cómo.
Mucho antes de que la conspiranoia esté totalmente elaborada, los buenos y los malos ya han sido determinados y todo el resto de sus análisis está encaminado a demostrarlo. Siempre empieza con el quién y por qué, y luego elabora el cómo.
Hace falta la participación activa de una cantidad de gente enorme y diversa para que el relato conspiranoico se sostenga. Con frecuencia, requiere de la cooperación y el silencio de miles o millones de personas con intereses dispares e incluso contrapuestos, cosa que en la realidad nunca se da.
El relato tiende a validar los prejuicios, miedos y sospechas de sectores sociales fácilmente identificables, normalmente a lo largo de líneas izquierda/derecha o similares, y típicamente los de la persona que te lo está contando. La conspiranoia no contiene ninguna idea incómoda para los buenos de la película. La mayoría vienen a constituir una dolchstoßlegende.
El relato tiende a validar los prejuicios, miedos y sospechas de sectores sociales fácilmente identificables, normalmente a lo largo de líneas izquierda/derecha o similares, y típicamente los de la persona que te lo está contando. La conspiranoia no contiene ninguna idea incómoda para los buenos de la película. La mayoría vienen a constituir una dolchstoßlegende.
El relato es increíblemente exhaustivo en los detalles pero omite hechos sustanciales, el cuadro general y los condicionantes históricos: “concentrarse en los árboles para obviar el bosque”. Y en último término, es en extremo simplista, cómoda y conformista una vez separada la paja del grano.
A pesar de que supuestamente hay cientos de presuntos expertos a favor de la tesis conspiranoica, ninguno de ellos es realmente relevante en su campo de estudio. Resulta especialmente recurrente la apelación a “científicos” sin precisar su crédito y especialidad.
Detrás de la conspiranoia hay unos amos del mundo (o de España, o de donde sea) completamente secretistas, con intenciones extrañas; como si los poderosos necesitasen algo más que un teléfono (vale, encriptado) para ponerse de acuerdo. Las intenciones de los malos son extremadamente malas, mucho más allá de las habituales de alcanzar y mantener el dinero y el poder o disimular las meteduras de pata.
Cualquier debilidad del relato conspiranoico se justifica con otra conspiranoia aún más gorda, con apelaciones al “sentido común” o mediante simples afirmaciones ignorantes.
Si las autoridades relevantes ignoran a los conspiranoicos, están intentando ocultar los hechos. Si responden, es que están intentando defender “lo indefendible”.
El relato de la conspiranoia supone que los malos utilizan métodos extremadamente retorcidos, caros e ineficaces para alcanzar sus objetivos; y sin embargo, siempre tienen éxito, como si su plan fuese un mecanismo de relojería insensible a fallos y sorpresas comunes en toda actividad humana. Exactamente como en el guión de una película no muy buena.
A pesar de que supuestamente hay cientos de presuntos expertos a favor de la tesis conspiranoica, ninguno de ellos es realmente relevante en su campo de estudio. Resulta especialmente recurrente la apelación a “científicos” sin precisar su crédito y especialidad.
Detrás de la conspiranoia hay unos amos del mundo (o de España, o de donde sea) completamente secretistas, con intenciones extrañas; como si los poderosos necesitasen algo más que un teléfono (vale, encriptado) para ponerse de acuerdo. Las intenciones de los malos son extremadamente malas, mucho más allá de las habituales de alcanzar y mantener el dinero y el poder o disimular las meteduras de pata.
Cualquier debilidad del relato conspiranoico se justifica con otra conspiranoia aún más gorda, con apelaciones al “sentido común” o mediante simples afirmaciones ignorantes.
Si las autoridades relevantes ignoran a los conspiranoicos, están intentando ocultar los hechos. Si responden, es que están intentando defender “lo indefendible”.
El relato de la conspiranoia supone que los malos utilizan métodos extremadamente retorcidos, caros e ineficaces para alcanzar sus objetivos; y sin embargo, siempre tienen éxito, como si su plan fuese un mecanismo de relojería insensible a fallos y sorpresas comunes en toda actividad humana. Exactamente como en el guión de una película no muy buena.
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